El Día de Muertos es una celebración mexicana que nos recuerda cuán finitos somos. No obstante, también nos enseña que la muerte es parte de la vida. Como diría el escritor Mario Benedetti "la muerte es solo un síntoma de que hubo vida".
La celebración del Día de Muertos se lleva a cabo los días 1 y 2 de noviembre ya que esta se divide en categorías: de acuerdo con el calendario católico, el 1 de noviembre corresponde a Todos los Santos, día dedicado a los "muertos chiquitos" o niños, y el día 2 de noviembre a los Fieles Difuntos, es decir, a los adultos.
La creencia popular es que las almas de los seres queridos que se nos fueron regresan de ultratumba durante el Día de Muertos. Por ello, cada año, muchas familias colocan ofrendas y altares con flores de cempasúchil, papel picado, calaveritas de azúcar, pan de muerto, algún platillo y bebida que les gustaban a sus familiares, incienso y objetos personales de los difuntos.
La tradición también indica que, para facilitar el retorno de las almas a la tierra, se deben esparcir pétalos de cempasúchil y colocar velas trazando el camino que van a recorrer para que estas almas no se pierdan y lleguen a su destino.
La UNESCO nombró esta celebración Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2003.
Este día se considera una celebración a la memoria y un ritual que privilegia el recuerdo sobre el olvido.
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